Velamen congelado en Santiago de Cuba
A Maya Goded
Violáceos contrapuntos de tambores liberados entre una unidad  
    rumorosa de negros y mulatos. 
Rala toma de perfiles reflejándose --ángeles de celo precoz--   
y sudor con sudor en el contagio   
que trastoca los sentidos   
en el aire malsano al que devuelvo intactas   
las sales de sus sones ya impregnado.
(Sensitivas algas, que se pudren y tiñen deverdeoscuro la playa  
    [en tanto] centellean.)
Con causas claras y sentidos cada noche  
escampa el cielo y esclarece el murmullo de la gente y su alegría  
   sonando por las calles angostas de Santiago de Cuba en fiesta  
   y hambre  
--epifanía de leves hélices para un velamen congelado.
El frío ojo teje  
mientras deshilvanado el cuerpo suavemente  
a una diosa terrena ofrece su deseo sexuado  
--sal criolla entre condimentos negros--  
y se hace más inmediata la desnudez que cifra  
en su fronda de música en torno al cuerpo  
los secretos anillos implacables  
de un tiempo insular, cúpula del goce,  
de un sesgo en el destierro de mí mismo.
Frente en desazón,   
                           cuerpo en la herida  
que es la inquietud del aire murmurado  
cuando el ritmo de la carne al intelecto infecta  
con sus ecos de ríos y ciudades, su violencia,  
y entre las sigilosas sustancias  
de su condición alada diluye revelándole  
--pasos en la niebla escuchados--  
los hilos de la historia zurcidos a deshora.
Murmullo y pesadumbre, la ciudad sin zumbido,  
derretidos espejos donde fija una mulata  
su imagen e inminente sombra de pantera,  
su salto de colibrí contra la muerte.
Y sobre la superficie de un hoyo negro en el asfalto  
con un olor a incienso que la nariz, el ojo, la oreja y  
     el tacto  
perciben con sabiduría de exceso y vivo cuerpo,  
flota una flor, ¡qué maravilla!
 
 
(Hoyos negros 
 


 
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