Dies irae
A Gabriel Favela
Ardiendo la ceniza, arrinconado
por su rostro en fragmentos de esquinas rotas
por un relámpago de mar: ojo
de brasa, luminaria
del camposanto, llama
a la sombra limitada, risas
amarillas en corredor apagado,
ebria la muerte encalla 
a las siete y diecinueve de la mañana.
Estalla la punta del lápiz, quebra-
do chorro de sílabas salpica
piedras de ley, a Blake: ¿puede
lo eterno de la centella enamorarse?
Tiempo del arte,
todo altar que se rinde es perdonado.
La ruina es pirámide,
reconciliación entre escombros.
Orilla de siglo y de milenio:
la naturaleza, la historia,
simétricas sus olas de cien años.
Septiembre, 1985
 
 
(Tequila con calavera) 
 


 
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