Primer reojo

A Javier Covarrubias & Desbordadas & las maravillas & llegan por el lado opuesto, & por donde miramos. & & Su recuerdo se instala en la memoria como ráfagas, & voladores de alerón interno & que destinan su aliento a la perpetua fuga de las piruetas & y a su quietud, a su ufana manera de girar & en torno al centro llamado por expertos corazón, & más bien semejante al crepúsculo. & & Su intención deslumbra en aterrizaje infinito; & la tierra se les acerca y aleja en orbital, & con forma de memoria de punta de lengua, & de circunvolución esquiva, poblada de matices de radar, de arcadas, efímeras, de cintas olvidables. & & Se desborda igual el recuerdo: &su único estuche. & La manera de encontrar su expresión: & el gesto preciso, & los recorridos de un abrazo que marcan su viaje, &el viaje de una taza que los labios tocan, & o también, los labios que resbalan & por la húmeda porcelana, & desatan huracanes y maremotos de alto nivel & hasta el desborde ó repetimos ó de la cordura, &del recorrido circular y simultáneo

& de los labios, &la gota y el deslizado beso & Maravillas se desbordan para volverse espejo, & cristal caminado por infinidad de orugas, & deditos acariciantes que dibujan piel, & poros, señales y restos en el centímetro mismo &de la emoción, de la moñería; & rodean interminables su red, & su porvenir en el espacio del que siguen ordenadas, &balbuceando el centro con todos sus deseos, &inventando en dispersión sucesiva lo contenido, &lo susurrado como más abismal, & lo inherente, la esperada carrera al corazón. && Se evaden y desbordan; su rostro oculta la sorpresa, & pero la sorpresa queda como única instancia & ante en porvenir de su figura, & de su vigilia de cielo incendiado por las barandillas, & --nuestra atención, entonces, al centro de una mesa--, & en memoria de su corpulencia incomprendida, & innavegable en términos prácticos, & capaz de ocultar hasta el más absurdo suspiro. & En pleno desborde aguantan la respiración & y el vaho se acumula interno, & en cuarentena concatenada, &trunca en sus episodios de nueva vuelta & hasta que el salto es inevitable e inaugura una curva: & la trayectoria del sideral que existe dibujada en las yemas. & Ante la explosión del azar, & de las manos de aquella mujer & vemos caer una taza. & A la caída, & el crepúsculo es un hilo suspendido & en alguna memoria como tantas hay guardadas. & La presencia inconfundible de un tornado, & de una de sus espirales escondidas, & se hace evidente en el ahogo & y su atraganto mezcla todas las sonrisas & en un aleteo vuelto a despertar, & convertido en realidad y centro de las nubes. & Desbordado el día vuelve a conocer el tiempo, & que sólo al regresar existe, & murmura una cifra propia de adivinos, & para aquellos que al incomprensible salto de las cosas & aún buscan designar algún culpable. &
 
 

      (Del paralaje)



 
 
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