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De mis antepasados heredé la ruta adversa,
el surco mal abierto que pide clemencia al pasto,
el incisivo trote de la pezuña en el polvo húmedo,
la certeza sin el mérito del presentimiento,
el alma contemplativa e inerte
que no acude a la hora de su vida
ni asiste al tiempo de su muerte. |
Y he dispuesto en mí
que esta sangre extraña me conceda un sino:
el arbusto salvaje que crece al sur del mapa;
la ronda insensata del cascabel y del colmillo,
la infame zarzuela que interrumpe la caída de
un imperio
en cuyo centro reinaba el corazón más taciturno. |
Y que las figuras de una edad antigua
vayan contando los minutos de mi suerte,
y crezca el miedo a mi lado como sombra
por haber querido llegar a otra parte. |
Busco, pues, la remota quietud
de un intento contiguo al destierro,
el escenario y la tramoya
para encarnar las cifras de una pasión. |
Este es el relato de una tierra
y del advenimiento de una tierra. |
Ya estábamos, desde siempre.
No reparto bienes. Nada tengo.
Corrijo el curso. Honestamente. |