El cactus
Aquel cactus recordaba los gestos
desesperados
de la estatuaria:
Laocoonte sofocado por las serpientes,
Ugolino y sus hijos hambrientos.
Evocaba también al seco Nordeste, sus palmeras,
sus
matorrales espinosos...
Era enorme, incluso para esta tierra de fertilidades
excepcionales.
Un día un vendaval furibundo lo arrancó
de raíz.
El cactus cayó atravesado en la calle,
Destruyó los tejados del caserío de enfrente,
Impidió el tránsito de tranvías,
automóviles, carretas;
Reventó los cables eléctricos y durante
veinticuatro
horas privó a la ciudad
de iluminación y energía:
– Era bello, áspero, intratable.
De Libertinagem (1930)
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