El cactus


     Aquel cactus recordaba los gestos desesperados
      de la estatuaria:
Laocoonte sofocado por las serpientes,
Ugolino y sus hijos hambrientos.
Evocaba también al seco Nordeste, sus palmeras, sus 
     matorrales espinosos...
Era enorme, incluso para esta tierra de fertilidades
     excepcionales.

Un día un vendaval furibundo lo arrancó de raíz.
El cactus cayó atravesado en la calle,
Destruyó los tejados del caserío de enfrente,
Impidió el tránsito de tranvías, automóviles, carretas;
Reventó los cables eléctricos y durante veinticuatro
     horas privó a la ciudad de iluminación y energía:

– Era bello, áspero, intratable.

Petrópolis, 1925

De Libertinagem (1930)
 
Manuel Bandeira
Trad. José Javier Villarreal


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