Profesión de fe
Le poète est ciseleur,
Le ciseleur é poète.
Victor Hugo
No quiero el Zeus Capitolino
Fuerte y hermoso,
Tallar a escoplo en el divino
Mármol famoso.
Que otro –no yo– la piedra corte
Para, brutal,
Erguir de Atena el duro porte
Descomunal.
Más que ese bulto extraordinario
Frente a la vista,
Me encanta un leve relicario
De fino artista.
Soy, cuando escribo, cual joyero:
Lleno de amor
Que imita en oro con esmero
La bella flor.
Lo imito, pues, y al de Carrara
Yo nunca hiero:
Albo cristal y piedra rara
Y ónix prefiero.
Por eso corre, por servirme,
Sobre el papel
La pluma, como en plata firme
Corre el cincel.
Corre; la imagen ornamenta
Con bella veste:
A cada idea un traje inventa
Azul celeste.
Tuerce y apura, pule, lima
La frase; así
En verso de oro va la rima,
Como un rubí.
Quiero mi estrofa cristalina,
Con el perfecto
Sello maestro que la afina
Sin un defecto:
Que la labor del verso, acaso,
De tan sutil
Recordar pueda la de un vaso
De Becerril.
Y horas sin cuento mudo vivo,
Mirando atento,
Trabajando, siempre cautivo
Del pensamiento.
Porque escribir, tanta pericia
Pide y espera
Que oficio tal... no doy noticia
De otro cualquiera.
Procedo así. La pluma mía
Sigue esta norma,
¡Para servirte, Diosa pía,
Serena Forma!
¡Diosa! ¡La onda vil que crece
De un torvo mar
Y espuma y lodos estremece
Deja rodar!
Blasfemo, con estrépito y horrendo
Ímpetu, el bando
Venga de Bárbaros creciendo,
Vociferando...
Déjalo: llegue, aullando siga
–¡Bando feroz!
¡Del rostro el tono no lo diga
Ni de la voz!
Velos tan sólo, armada y pronta,
Bella y luciente:
¡Con el escudo el brazo apronta
Contra el torrente!
Éste que al frente va, y es todo
Amenazante
De un Vándalo o un Visigodo
Tiene el talante;
Éste, entre todos, cuyo bulto
Duro destaca
Y, a borbotones, el insulto
Del lodo saca:
En vano brega, y al combate
Se lanza en vano
Y la terrible maza abate
La dura mano.
¡No morirás, sublime Diosa!
En trono egregio
Asistirás limpia y gloriosa
Al sacrilegio.
Y, si murieses por ventura,
Muera yo mismo,
¡Y nos envuelva noche oscura
En hondo abismo!
¡Ah, ver por tierra, profanada,
El ara hundida:
Y la inmortal Arte pisada,
Prostituida!...
¡Ver derribar de eterno solio
Lo Bello, el son
Que hace al caer el Acropolio,
Del Partenón!...
¡Sin sacerdote, la Fe muerta
Sentir, y susto
Y destrucción ver a la puerta
Del templo augusto!...
¡Ver esta lengua que cultivo
Sin oropeles
Y marchitada al vaho nocivo
De los infieles!...
¡No! ¡Todo aquello que me es caro
Sucumba al sino!
¡Y que no encuentre un solo amparo
En mi camino!
Que mi dolor ni a un solo amigo
Cause dolor...
¡Pero, ah, que quede yo contigo,
Lleno de amor!
¡Vive!, que yo estaré sirviendo
Tu altar y, oscuro,
Tus relicarios esculpiendo
En oro puro.
Celebraré siempre tu oficio
En el altar:
¡Y si es indigno el sacrificio,
Hazme matar!
Caiga también sin esperanza
Pero tranquilo
¡Y aun al caer vibre mi lanza
Por el Estilo!
Río de Janeiro, julio 1886.
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