Aurora
El poeta iba borracho en el tranvía.
El día nacía detrás de los jardines.
Las pensiones alegres dormían tristísimas.
Las casas también iban borrachas.
Todo era irreparable.
Nadie sabía que el mundo iba a acabar
(sólo un niño lo entendió pero guardó
silencio),
que el mundo iba a acabar a las 7 y 45.
¡Últimos pensamientos! ¡últimos
telegramas!
José, que colocaba pronombres,
Helena, que amaba a los hombres,
Sebastián, que se arruinaba,
Arturo, que no decía nada,
se embarcan para la eternidad.
El poeta está borracho, pero
escucha un llamado en la aurora:
¿Vamos todos a bailar entre el tranvía
y el árbol?
¡Entre el tranvía y el árbol
bailad, hermnanos míos!
¡Aun sin música,
bailad, hermanos míos!
Los hijos están naciendo
con tamaña espontaneidad.
Cómo el amor es maravilloso
(el amor y otros productos)
¡Bailad, hermanos míos!
La muerte vendrá después
como un sacramento
De Brejo das almas (1934)
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