OCTAVIO PAZ POR ÉL MISMO
1974-1984
 

Octavio Paz regresa a México en febrero de 1971. Meses después, el jueves de Corpus Christi, una nueva represión ensombrece la vida pública mexicana. Paz decide permanecer en el país y funda la revista Plural, desde la cual el poeta congrega a un grupo de intelectuales independientes decididos a ejercer la crítica contra todos los poderes: el régimen autoritario en México, las dictaduras militares en América del Sur, el terrorismo izquierdista y los Estados totalitarios soviético y cubano. Aquí y allá la defensa de la democracia política se convierte en el tono predominante de la voz de Octavio Paz. En 1977, el poeta polemiza con Carlos Monsiváis sobre la naturaleza del llamado socialismo real y naturaliza la crítica del comunismo en una sociedad hasta entonces sorda a todo cuestionamiento de la idea de revolución. La defensa de los disidentes soviéticos y cubanos se convertirá en una demanda insistente que honra a Plural (y a su revista sucesora a partir de 1976, Vuelta). En 1984 Paz critica en Francfort, al recibir el Premio de la Paz otorgado por los libreros de la ciudad, al régimen sandinista de Nicaragua. Su discurso provoca que una multitud de energúmenos queme en efigie al poeta en el Paseo de la Reforma del Distrito Federal. Pero Paz no se contenta con la crítica de los sandinistas o del régimen cubano y buena parte de los textos de El ogro filantrópico (1977) apuestan por una efectiva democratización del sistema político mexicano.
 
Esta década de Octavio Paz se caracteriza, en la poesía, por una constante interrogación de sus propios orígenes, como ocurre en colecciones poéticas como Vuelta (1969-1975) y Pasado en claro (1974). En 1982 con Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Paz publica el más extenso y ambicioso de sus libros de ensayo. Biografía intelectual y crítica poética, esta obra representa un diálogo entre la monja novohispana y el poeta moderno que la interroga a la luz de la modernidad. Entre 1974 y 1984 el poeta da a conocer otros libros críticos como In/mediaciones (1979). Sombras de obras (1983) y Hombres en su siglo (1984), así como Pasión crítica (entrevistas, 1985).

Al cumplir 70 años en 1984, Paz recibe un homenaje oficial que se materializa en el encuentro "Más allá de las fechas, más acá de los nombres" que reúne a estudiosos y amigos de su obra proveniente de varios países y diversas lenguas. Al concluir su séptima década Paz había ganado las más importantes preseas literarias internacionales, entre ellas el Premio Cervantes en 1981. Tres años atrás, Paz recibió el Premio Nacional de Literatura, reconocimiento gubernamental obtenido poco después de la condena del poeta al golpe contra el diario Excélsior, que provocó la expulsión de Julio Scherer, su director. En esas circunstancias nace Vuelta, la revista que Paz dirige actualmente y que se ha convertido en la publicación literaria más importante del mundo hispánico.
(C.D.M.)
 

Fundación de Vuelta (1976)

Vuelta, como su nombre lo dice, no es un comienzo sino un regreso. En octubre de 1971 apareció una revista, Plural; navegó contra viento y marea durante cerca de cinco años; al llegar al número 58, desapareció; hoy reaparece, con otro nombre. ¿Es la misma? sí y no. El consejo de redacción, los colaboradores y los propósitos son los mismos, se ha reducido un poco el número de páginas y se han cambiado, también un poco, el diseño y la tipografía. Vuelta quiere decir regreso al punto de partida y, asimismo, mudanza, cambio. ¿Dos sentidos contradictorios? Más bien complementarios: dos aspectos de la misma realidad, como la noche y el día. Damos vuelta con las vueltas del tiempo, con las revoluciones de las estaciones y las revueltas de los hombres: así cambiamos; al cambiar, como los años y los pueblos, volvemos a lo que fuimos y somos. Vuelta a lo mismo. Y al dar la vuelta, descubrimos que ya no es lo mismo: el que regresa es otro y es otro a lo que regresa. El mismo y el otro, lo mismo y lo otro: nosotros que somos otros, vosotros, los mismos. La vuelta es cambio y el cambio, vuelta. Plural desapareció --la publicación que circula por ahí ni siquiera es una caricatura: es una falsificación-- y ahora reaparece; ya no es Plural, aunque no renuncia a la pluralidad de voces, sino Vuelta. El mismo y el otro.

En 1971 el director de Excélsior, Julio Scherer, nos propuso la publicación de una revista literaria, en el sentido amplio de la palabra literatura: invención verbal y reflexión sobre esa invención, creación de otros mundos y crítica de este mundo. Aceptamos con una condición: libertad. Scherer cumplió como los buenos y jamás nos pidió suprimir una línea o agregar una coma. Actitud ejemplar, sobre todo si se recuerda que más ve una vez los puntos de vista de Plural no coincidieron con los de Excélsior. Es sabido lo que ocurrió después: un conflicto en la cooperativa que edita Excélsior provocó la salida del grupo que dirigía el periódico. Nosotros, todos los que hacíamos la revista, sin vacilar un instante, decidimos irnos también. Se ha discutido mucho sobre la responsabilidad del gobierno en el caso de Excélsior. No es fácil medir esa responsabilidad pero me parece indudable que el golpe no se habría dado si sus autores no hubiesen contado por lo menos con el consentimiento tácito del poder.

Las consecuencias han sido igualmente funestas para el régimen y para la nación. Para el régimen porque, después de seis años de proclamar su decisión de respetar la libertad de crítica, acabó o permitió que se acabase con uno de los poquísimos centros de crítica independiente del país. Para la nación porque el conflicto de Excélsior ha coincidido con la crisis de los partidos políticos. Los de izquierda no han podido unirse ni, lo que es más grave, han sabido elaborar un programa de veras nacional que, simultáneamente, sea viable y corresponda a la realidad real de México. La izquierda está paralizada por una tradición dogmática y por su pasado estalinista. La derecha no existe, al menos como pensamiento político. Hay que repetirlo: nuestra obtusa derecha no tiene ideas sino intereses. De ahí que prefiera infiltrarse en el PRI; es más fácil corromper a los funcionarios públicos que presentar a los mexicanos un programa distinto al oficial. El hecho de que el PAN no haya postulado un candidato en las recientes elecciones presidenciales es una muestra no sólo de su crisis interna sino de su impotencia ideológica. No sé si el desfallecimiento de los partidos sea el anuncio de su próximo fallecimiento. En todo caso, es una confirmación de que el Estado sigue siendo el poder determinante en México. El gobierno crece a expensas de la sociedad. La izquierda y la derecha, el líder obrero y el banquero, el periodista y el obispo, todos, viven de hinojos ante la Silla Presidencial. Por eso es grave lo de Excélsior ¿dónde se va a hacer la crítica del poder y de los poderosos?

Desde que apareció el primer número de Plural se nos acusó de "elitistas" y de publicar textos incomprensibles. No era extraña la acusación: los populistas tienen una idea más bien baja de la inteligencia y la sensibilidad de la gente. En el fondo del populismo hay un gran e inconfesado desprecio por el pueblo. Esos ataques no fueron los únicos. Los conservadores o, más exactamente, los ricos (en México ya no hay conservadores, todos somos revolucionarios), sin leernos, como es su costumbre, nos condenaron al infierno donde se queman los comunistas y los otros rojillos. A su vez, en una operación simétrica, los comunistas nos colocaron sus sambenitos ideológicos, esos zurcidos de invectivas y lugares comunes rituales. Poseídos por el Odium Theologicum, los católicos de izquierda se unieron a los anatemas de los ateos y los paganos. Ya Hume decía que, "por distintos que sean sus dogmas, son iguales los curas de todas las religiones". Aunque no creen ni en Dios ni en el Diablo --su única deidad es el Presupuesto-- la burocracia política que nos gobierna quiso atraernos. Fracasó y hay que agradecerle que no haya intentado amedrentarnos. En fin, unos ya no tan jóvenes radicales, después de clasificarnos como supervivientes de una especie ya extinta: "los intelectuales liberales", decretaron nuestra expulsión del "discurso político". No preveían que ellos y nosotros, a la vuelta de cuatro años, seríamos expulsados no del "discurso" sino del diario que había hecho posible la difusión de nuestros discursos (en plural). Ojalá que sean capaces de extraer las rectas consecuencias de esta pequeña lección de historia.

Lo extraordinario no es que Plural haya provocado ataques --ésta es la suerte de todas las revistas vivas-- sino la respuesta del público. Jamás en la historia de la literatura hispanoamericana una revista literaria había tenido tantos y tan lentos lectores. Se equivocaron los que nos acusaron de "elitismo". El público mexicano ha demostrado ser más curioso, abierto e inteligente de lo que suponen los que se empeñan en mantenerlo en una perpetua minoría de edad. Esta experiencia es la que nos ha movido a publicar Vuelta. Sabemos que nuestra revista era leída no por ser el órgano de una ortodoxia sino por ser el lugar de confluencia de muchas voces solitarias y libres. Dejamos Plural para no perder nuestra independencia; publicamos Vuelta para seguir siendo independientes. Así afirmamos y renovamos nuestro pacto tácito con los lectores.

Hemos decidido salir solos, confiarnos en la ayuda del público y en su amistad. Una amistad que se ha manifestado desde el principio: los primeros números de la revista saldrán gracias a los amigos que hicieron donativos: más de setecientos. Les pedimos que perseveren y que nos sigan ayudando. ¿Qué podemos ofrecerles en cambio? Ser fieles a nosotros mismos: escribir. No nos avergüenza decir que la literatura es nuestro oficio y nuestra pasión. Cierto, la literatura no salva al mundo; al menos, lo hace visible: lo representa o, mejor dicho, lo presenta. A veces, también lo transfigura; y otras, lo trasciende. La presentación de la realidad incluye casi siempre su crítica. Gibbon decía: "Todo lo que los hombres han sido, todo lo que ha creado su genio, todo lo que su razón ha ponderado, todas esas obras que se acumulan en nuestras ciudades --todo eso ha sido por la crítica". Tal vez el gran historiador exageraba. No demasiado: un pueblo sin poesía es un pueblo sin alma, una nación sin crítica es una nación ciega.

México, noviembre de 1976
*Este texto se publicó, con el título de "Vuelta", en El ogro filantrópico, Barcelona (Seix Barral) y México (Joaquín Mortiz), 1979.
 

Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982)

¿Qué distingue a una gran poeta? Según Eliot, tres cualidades: la excelencia, la abundancia y la diversidad. Sor Juana es una poetisa abundante, aunque en su caso, como el de la mayoría de los poetas, sólo unos pocos de sus poemas resisten la prueba final: la de perfección. También es diversa, no sólo por la variedad de las formas y metros sino de los temas y por la riqueza de acentos y tonos. En fin, algunos de sus poemas, como se ha visto, pueden compararse con las obras más perfectas de los artistas de nuestra lengua. Su obra --pienso en Primero sueño, en El divino Narciso y en un puñado de poemas eróticos-- pertenece no sólo a la literatura de nuestra lengua sino a la de nuestra civilización.

La abundancia, la variedad y la excelencia de Sor Juana se manifiestan, en primer término, como versificadora. Navarro Tomás la coloca, en el siglo XVll, al lado de Góngora y Lope de Vega. Se puede ir más allá y decir que durante los siglos XVll y XlX no hay ningún poeta que haya usado tal variedad de metros y de formas con su exquisita maestría. Para encontrar sus pares hay que llegar al comienzo de nuestro siglo, a los poetas modernistas: Darío y Lugones, principalmente. Sor Juana manejó con soltura toda suerte de versos y destacó en el empleo de combinaciones métricas y estróficas poco usadas. Es curioso, sin embargo, que no haya practicado algunas formas. El ejemplo más notable es La terza rima, los tercetos endecasílabos que vienen de Dante y que fueron usados por todos los poetas españoles de los siglos XVl y XVll. También es notable que, a pesar de la perfección y variedad formal de sus poemas, no ejercieran influencia en los poetas que la siguieron. Los gustos han cambiado y su obra fue olvidada durante dos siglos. Más que un comienzo, como Darío, fue un final: recogió casi todas las formas de su época y, en muchos casos, las llevó a su perfección última. Si, como es natural y previsible, la curiosidad y el amor por la métrica renacen entre los nuevos poetas --la poesía es ante todo un arte verbal rítmico-- que alguno de ellos descubrirá en las combinaciones de los villancicos  y de las loas un modelo y un estímulo.

Sus contemporáneos la elogiaron por haber seguido el ejemplo de Góngora. Los tratadistas del siglo XVlll, los románticos y los críticos de principios de nuestro siglo la condenaron por la misma razón. Sólo salvaron a esa parte de su obra que no esta contagiada por la peste gongorista. Vino la resurrección de Góngora y sor Juana fue elogiada otra vez por su gongorismo. La influencia del poeta cordobés sobre la monja mexicana es innegable y se ejerció en profundidad y en extensión; por una parte, ella hizo suyos muchos de los procedimientos de Góngora: hipérbaton, cultismos, perífrasis, antítesis, metáforas; por otra, esta influencia se extiende a muchos poemas, entre ellos a dos de sus composiciones más notables: el Romance decasílabo a la condesa de Paredes y Primero sueño. Pero hay que decir que casi todos esos procedimientos aparecen en la mayoría de los poetas de esa época, sin excluir a los que profesaron declarada enemistad a las doctrinas literarias de Góngora, como Lope de Vega y Quevedo. Además, la presencia de Góngora no es la única: en sus poemas hay ecos de otros poetas, como ya indiqué. A veces escribe poemas de gran pureza y transparencia, más cerca del XVl que las corrientes poéticas en boga en el XVlll. Me refiero a algunas composiciones de El divino Narciso y sobre todo a las liras de amor. Esos poemas revelan otra faceta de su genio: no la sensualidad un poco fría y retorcida como una columna salomónica del Romance decasílabo ni el melancólico juego de reflejos de los conceptos en las décimas del retrato, sino una poesía cristiana y fluida.

La influencia de Calderón no fue menos determinante que la de Góngora. Este gran dramaturgo y mediano poeta lírico, dice con agudeza Gerardo Diego, "substituye la sensibilidad por el ingenio... simetriza lo que en Góngora era equilibrado... convierte la sorpresa en tópico... Calderón es academia de Góngora". Juicio severo pero exacto. ¿Qué aprendió sor Juana en Calderón? El método, la manera, es decir, lo que es transmisible en poesía. Por fortuna, aunque se sirve de los modelos y fórmulas calderonianas, la salva muchas veces la sensibilidad. Las "flores de trapo" de Calderón en ella de pronto se animan, huelen y se deshojan. En suma, si se hace una relectura de sus poemas se advierte que ni los que ostentan la influencia de Góngora --con las excepciones que he señalado-- ni los calderonianos son los mejores. Tampoco son la mayoría. Algunos de sus más sentidos romances de amor y de reflexión interior, ciertas endechas y décimas (especialmente las que tienen por tema aquel retrato suyo que envió a la condesa de Paredes) son poemas que sólo ella podía haber escrito. En ella las influencias se han evaporado. Diré más: la verdad es que en poquísimos casos, a pesar de los ecos y las influencias, deja de ser ella misma. Sor Juana escribe al final de una gran época de poesía --infectada, también, por engolada retórica--, recoge las tendencias de su tiempo y participa en su estilo o estilos. Como a todos los grandes poetas, la preservaron su sensibilidad, si ingenio y su instinto. Casi siempre dijo lo que tenía que decir.

No es fácil expresar en palabras y en conceptos lo que sentimos y pensamos al leer un poema. Sentimientos y pensamientos fugitivos como el tiempo mismo y que nos dejan más una impresión que una idea clara. Esa impresión nos hace decir que preferimos este poema a aquél. Los juicios fundados en estas impresiones han provocado la desconfianza de los críticos de profesión, que prefieren métodos menos inciertos y que se acercan a los poemas con procedimientos que van de la reflexión filosófica a los análisis de las ciencias. Pero la agudeza de las descripciones críticas y la exactitud de los juicios dependen invariablemente de la sensibilidad y la inteligencia del crítico más que de la bondad del método. Un crítico obtuso, cualquiera que sea el sistema que emplee, concluirá su estudio del poema con un juicio obtuso. Un crítico inteligente pero de sensibilidad roma, escribirá un ensayo en el que tratará de todos y cada uno de los aspectos del poema, menos uno, su corazón: la poesía misma. Los métodos para comprender, gustar y juzgar a un poema son legítimos si antes se cumple con dos condiciones: la primera es la impresión que sentimos al leer el poema (la palabra impresión no es muy exacta y goza de mala fama pero todas las otras ofrecen los mismos inconvenientes: sentimiento, sensación, placer. gusto, sorpresa o sus contrarios equivalentes: disgusto, horror, tristeza, pavor, melancolía); la segunda es aquello que pensamos al sentir lo que sentimos. O sea: la comprensión de la poesía se funda en el sentimiento y en el entendimiento, la impresión y la reflexión. Podría agregar otro requisito: el sentido de la proporción y del número. Me parece que los dos primeros lo incluyen. He recordado estas obviedades porque es imposible, sin cumplir estas condiciones, ni comprender la poesía de sor Juana ni responder a esta pregunta: ¿qué es aquello que la distingue de la de sus contemporáneos?

Es imposible definir en una palabra o en una frase el elemento distintivo de su poesía. Es una cualidad elusiva aunque claramente perceptible: ¿lucidez, ironía, conciencia de los límites y del "hasta aquí", amor por la nitidez del concepto y la claridad del dibujo, pasión que termina en melancolía, gusto por la reflexión interior? Aunque este puñado de palabras y frases que he arrojado sobre la página podrían ser un punto de partida, prefiero detenerme un poco en sus poemas de amor y compararlos con los que algunos de sus contemporáneos. Esos poemas, en cierto modo, la definen. Al hablar de poemas de amor incluyo, naturalmente, los de amistad amorosa, algunos romances sacros y aquellos en que reflexiona sobre sí misma. El amor es una pasión, un padecimiento que nos hace salir de nosotros mismos en busca de la persona deseada y que, en un segundo movimiento, nos hace regresar a nosotros mismos e interrogar nuestra intimidad: buscamos allí la huella del objeto amado o contemplamos en silencio su fantasma. Fiel a la tradición poética y erótica de nuestra cultura. En la poesía de sor Juana aparecen estos dos momentos con extraordinaria autenticidad. Esta dialéctica, por otra parte, se cumple en toda la buena poesía erótica del siglo XVI y, claro está, en los dos poetas que nos han dejado los más intensos poemas de amor de este siglo: Loe de Vega y Quevedo.

Poetas con visiones y experiencias opuestas del amor: Loe, sucesión de mujeres y de amores: Quevedo, misoginia y platinos. En el primero, la diversidad de experiencias no niega la unidad de su pasión. Amó a cada una de sus amantes con la totalidad del amor único. En el caso de Quevedo habría que hablar, más que de unidad pasional, de fijeza y hasta de obsesión. Su amor es fantasmal, sea el platinos de sus sonetos o en su complemento, esas composiciones satíricas en las que el cuerpo femenino se resuelve en podredumbre y montón de huesos. El amor de Quevedo es, en realidad, una meditación sobre la mortalidad. La pasión amorosa, desengranada, se transforma a través de antítesis y paradojas en un ars moriendi. Saber amar es saber morir. O saber pervivir en la muerte. Nada más alejado de Lope. El amor, para él, no es ni una contemplación de la muerte ni una meditación sobre la vida: es un destino. ¿Qué busca en la mujer? Tal vez no busca nada: sufre la atracción del astro femenino. El deseo y sus imágenes reiterativas, a un tiempo fijas y frenéticas, las interminables horas de la ausencia y su pueblo fantasma, las súbitas sequías, el raudal del llanto, los celos y los despechos, los encuentros y las despedidas, las esperas, el río de la ternura en la aridez de un cuarto, todas las pasiones alimentan la pasión amorosa de Lope, hecha de cinismo realista y de perenne inocencia.

Obras Completas, FCE/CL, tomo V, pp. 560-564.
 
 

Nocturno de San Ildefonso (1976)
4

Las ideas se disipan,
                               quedan los espectros:
verdad de lo vivido y padecido.
Queda un sabor casi vacío:
                                         el tiempo
--furor compartido--
                                el tiempo
--olvido compartido--
                                  al fin transfigurado
en la memoria de sus encarnaciones.
                                                       Queda
el tiempo hecho cuerpo repartido: lenguaje.
En la ventana,
                     simulacro guerrero,
                                                  se enciende y apaga
el cielo comercial de los anuncios.
                                                   Atrás,
apenas visibles,
                        las constelaciones verdaderas.
Aparece,
               entre tinacos, antenas, azoteas,
columna líquida
                        más mental que corpórea,
cascada de silencio:
                               la luna.
                                          Ni fantasma ni idea:
fue diosa y es hoy claridad errante.

Mi mujer está dormida.
                                    También es luna,
claridad que transcurre
                                    --no entre escollos de nubes,
entre las peñas y las penas de los sueños:
también es alma.
                          Fluye bajo sus ojos cerrados,
desde su frente y se despeña,
                                             torrente silencioso,
hasta sus pies,
                      en sí misma se desploma
y de sí misma brota,
                              sus latidos la esculpen,
se inventa al recorrerse,
                                    se copia al inventarse,
entre las islas de sus pechos
                                           es un brazo de mar,
su vientre es la laguna
                                 donde se desvanecen
la sombra y sus vegetaciones,
                                             fluye por su talle,
sube,
        desciende,
                        en sí misma se esparce,
                                                           se ata
a su fluir,
              se dispersa en su forma:
también es cuerpo.
                             La verdad
es el oleaje de una respiración
y las visiones que miran unos ojos cerrados:
palpable misterio de la persona.

La noche está a punto de desbordarse.
                                                            Clarea.
El horizonte se ha vuelto acuático.
                                                    Despeñarse
desde la altura de esta hora:
                                           ¿morir
será caer o subir,
                          una sensación o una cesación?
Cierro los ojos,
                        oigo en mi cráneo
los pasos de mi sangre,
                                    oigo
pasar el tiempo por mis sienes.
                                               Todavía estoy vivo.
El cuarto se ha enarenado de luna.
                                                    Mujer:
fuente en la noche.
                             Yo me fío a su fluir sosegado.

Obra poética, 1935-1988, Seix Barral, 1990, pp. 637-639.
 

Entrevista con Julio Scherer (1977)

¿Por qué has excluido de Libertad bajo palabra casi toda tu poesía política o comprometida de esos años? ¿No ves en ello una falta de solidaridad para con tu propio pasado? ¿Cuáles son los poemas más representativos que ahora quieres olvidar o sepultar?

Excluí de la segunda edición de Libertad bajo palabra más de cuarenta poemas y entre ellos sólo uno era de tema político ("Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón"). En cambio dejé otro ("El barco"), también inspirado por la guerra de España, porque me sigue gustando. Esto demuestra que las exclusiones han sido por motivos de orden estético y no político. Y hay algo más: a pesar de que el poema excluido no me gusta, he decidido reintroducirlo en la edición de mi Obra Poética que publicará Seix Barral el año próximo. La razón, en este caso, es moral, política y afectiva: este poema está dedicado a mi amigo y camarada José Bosch, un joven anarquista catalán que vivió en México cuando yo era estudiante y que, en 1930, fue expulsado de nuestro país por el Gobierno. Bosch influyó mucho en mí y en otros amigos. Gracias a él pude conocer relativamente temprano el pensamiento libertario. La historia de Bosch es dolorosa pero larga de contar. Aquí diré solamente que fue una víctima, una más, del franquismo y del stalinismo... Otros dos poemas han sido excluidos: "¡No pasarán!" y "Oda a España". No por razones ideológicas, sino por su indigencia poética. En cambio, hay un poema bastante más importante que los que he citado, "Entre la piedra y la flor", de tema también social, que aparece en todas las reediciones de mis libros. Como nunca me he sentido totalmente satisfecho con este texto, el año pasado escribí una nueva versión.
Apareció en el número 9 de Vuelta.

¿Cuál fue tu experiencia durante el cardenismo, especialmente tu actitud en Yucatán, y cómo fue tu gran descubrimiento de la miseria mexicana?

Fui a Yucatán, en 1937, para fundar, con Octavio Novaro y Ricardo Cortés Tamayo, una escuela secundaria para hijos de trabajadores. El poema que acabo de citar. "Entre la piedra y la flor", expresa mis sentimientos de entonces... y de ahora. Reproduzco un fragmento de la nota que acompañaba, en Vuelta 9, a la nueva versión del poema: "El Gobierno habría repartido la tierra entre los trabajadores pero la condición de éstos no había mejorado. Por una parte eran (y son) las víctimas de una burocracia gremial y gubernamental que ha sustituido a los antiguos latifundistas; por la otra, seguían dependiendo de las oscilaciones del mercado internacional. Quise mostrar la relación que, como un verdadero nudo estrangulador, ataba la vida concreta de los campesinos a la estructura impersonal, abstracta, de la economía capitalista".

En la entrevista que te hizo recientemente, Elena Poniatowska dijo que siempre habías sido anticomunista. Pero hay otros que te consideran trotskista. ¿Qué piensas de Trotsky? ¿Cómo influyó en ti su llegada a México y, sobre todo, su asesinato por órdenes de Stalin?

Yo me atrevo a corregir un poco a Elena Poniatowska: Octavio Paz no hasido
nunca anticomunista pero es, desde hace mucho, un enemigo de la burocracia que ha convertido a la URSS y a otros países "socialistas" en ideocracias totalitarias. Pensar así no me convierte en un anticomunista: el que asesinó a los comunistas fue Stalin, no sus críticos. Pero lo mejor para deshacer el equívoco será citar un párrafo de El Arco y la Lira: "La idea de una comunidad universal en la que, por obra de la abolición de las clases y del Estado, cese la dominación de los usos sobre los otros y la moral de la autoridad y del castigo sea reemplazada por la de la libertad y la responsabilidad personal --una sociedad en la que, al desaparecer la propiedad privada, cada hombre sea propietario de sí mismo y esa "propiedad individual" sea literalmente común compartida por todos gracias a la producción colectiva; la idea de una sociedad en la que se borre la distinción entre trabajo y arte--, esa idea es irrenunciable... Renunciar a ella sería renunciar a lo que ha querido ser el hombre moderno, renunciar a ser... El marxismo es la última tentativa del pensamiento occidental por reconciliar razón e historia". Pero la misma página añadía: "Si ha de surgir un nuevo pensamiento revolucionario, tendrá que absorber dos tradiciones desdeñadas por Marx y sus herederos: la libertad y la poética". Por desgracia, el marxismo se ha mostrado incapaz de absorber esa tradición de libertad y ésa es la razón de su petrificación en el Este europeo y de su crisis en Occidente y en América Latina. El maestro de mis adversarios, el filósofo comunista francés Louis Althusser, hace unas semanas, en una conferencia en Venecia que algunos llaman "confesión ideológica", admite al fin que hay un mal que roe a la doctrina, aunque no se atreve a diagnosticar la enfermedad: "Sí, el marxismo está en crisis... Asumamos todas las contradicciones y las lagunas de la teoría para darle a la crisis del marxismo su función liberadora".
 
Admiré y admiro profundamente a Trotsky. Al escritor, al político, al hombre. Pero no cierro los ojos ante los aspectos aterradores de su pensamiento y de su actividad política. Trotsky contribuyó poderosamente a que la idea de Marx sobre la dictadura del proletariado se convierte en la de la dictadura del partido comunista sobre los otros partidos proletarios y sobre el proletariado mismo. Lenin, Trotsky, Bujarin y los otros bolcheviques tienen una indudable responsabilidad, aunque no hayan sido éstas sus intenciones, no sólo en la instauración de la tiranía paranoica de Stalin sino en la transformación del antiguo imperio zarista en una ideocracia totalitaria. ¿Qué pensaría hoy Trotsky? Sus últimos escritos me hacen pensar en una rectificación de muchas de sus ideas. Tal vez habría vuelto a ser el menchevique que fue en su juventud. Natalia Sedova, su viuda, un poco antes de morir, renunció a la lV internacional.

Pasión crítica, Seix Barral, 1985. pp. 146-149.
 

El diálogo y el ruido*

(Francfort, 1984)

A la sombra de Washington nació y creció en Nicaragua una dictadura hereditaria. Después de muchos años, la conjunción de diversas circunstancias --la exasperación general, el nacimiento de una nueva clase media ilustrada, la influencia de una Iglesia Católica renovada, las disensiones internas de la oligarquía y, al final el retiro de la ayuda norteamericana-- culminó en una sublevación popular. El levantamiento fue nacional y derrocó a la dictadura. Poco después del triunfo, se repitió el caso de Cuba: la revolución fue confiscada por una élite de dirigentes revolucionarios. Casi todos ellos proceden de la oligarquía nativa y la mayoría ha pasado del catolicismo al marxismo-leninismo o ha hecho una curiosa mescolanza de ambas doctrinas. Desde el principio los dirigentes sandinistas buscaron inspiración en Cuba y han recibido ayuda militar y técnica de la Unión Soviética y sus aliados. Los actos del régimen sandinista muestran su voluntad de instalar en Nicaragua una dictadura burocrático-militar según el modelo de La Habana. Así se ha desnaturalizado el sentido original del movimiento revolucionario.

 *Discurso al recibir de manos del Presidente de la República Federal Alemana, doctor Richard Von Weizsacker el Premio Internacional de la Paz de la Asociación de Editores y Libreros Alemanes, en Francfort, el 7 de octubre de 1984.

Pequeña crónica de grandes días, FCE, 1990, pp. 88-89.
 

Christopher Domínguez Michael
 (Selección y montaje de textos)
 
Primera edición: periódico Reforma, 12 de abril de 1994,  pp. 12D y 13D
 
 
 
 
(1964-1974)  (1984-1994) 


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