EXPLICACIÓN
FRANCISCO SEGOVIA






       En una versión algo más corta, este libro apareció antes en la editorial Pre-textos, de Valencia (1995). A México, sin embargo, sólo llegaron unos cuantos ejemplares. Por eso me atrevo ahora a reeditarlo aquí, aunque añadiéndole los poemas de un librito más reciente: Rellano (publicado en 1998 por las Ediciones del Ermitaño). Creo que ambos forman una sola cosa, o que al menos uno es el tintero del otro (uno halla siempre en el otro algo de lo que "se dejó"). Lo son, pues, mutuamente, y no sólo el segundo respecto del primero, porque ambos se ordenan por ambientes o por temas, no por fechas, de modo que en Rellano hay poemas más nuevos, pero también más viejos, que los de El aire habitado.

       Esta falta de orden cronológico es un síntoma obsesivo: yo vuelvo a los poemas como quien vuelve a un paraje casi olvidado o tararea otra vez una antigua melodía (sin creer que sea cursi releerse uno mismo; más bien pensando que es cursi no hacerlo). Sé que esta rumia vacuna, de paciencia faraónica, es uno de mis vicios, pero no puedo evitarla (es un vicio, pues). Y así, hace ya tiempo que tengo la sensación de estar escribiendo siempre los mismos (pocos) libros ----uno de pequeñas prosas, dos de poesía----, como si a ellos pudiera aplicárseles también aquello que dijo Valéry de los poemas: que no se terminan sino que se abandonan. No sé si ver en esto un coletazo de la generación del 27, una tara que heredo de los que engordaron durante años un mismo libro ----el Cántico de Guillén, La realidad y el deseo de Cernuda... Pero en todo caso sé que me une a ellos ----como a otros muchos---- una obsesión moderna: el libro. El libro como uni-verso, como concentración, como santuario de la intimidad (acaso el último), pudoroso ----y hasta repudiador a veces---- frente a la pura di-versión y el ruido aturdidor.

       Pero no sé. Quizá baste con decir que las nebulosas de mi universo se han condensado finalmente en unos cuantos sistemas planetarios que dan vueltas y vueltas alrededor de soles inmutables. Igual que los otros dos libros que escribo siempre, El aire habitado es como un magma que no acaba de enfriarse ----aunque caiga ya, inevitablemente, hacia un sol que se agiganta poco a poco, y que sin embargo no veré nunca...
 

F.S. 
México, 11.05.98 
(Presentación de El aire habitado, de próxima aparición)
 



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